jueves, 20 de febrero de 2014

Alboroto

Llegaron por la noche y ni siquiera los vi actuar. Estaban ahí sentados muy cariñosos conmigo, como si ninguna de nuestras anteriores trifulcas afectaran. Estaban cómodos, hechos a actuar según se había ido conformando nuestras relaciones. Algo de rencor en la reserva, pero todos tan amigos. Es sorprendente la capacidad de adaptación del ser humano incluso ante el conformismo y relajación con algo que va mal. El trabajo, la salud, la esposa, novia o hijos. Si perduran en mal estado durante bastante tiempo pueden causar un conformismo y creernos que hemos nacido para vivir en esas condiciones. No es cierto.

El caso es que ellos no paraban de mirar mal a partir de media noche, no sé por qué causa. Ni siquiera sé quién llevaba la razón por tantas discusiones tenidas anteriormente. Comenzamos a gritar y todo tornó a mal. Ninguno quería verse en peor situación que el otro. Pero entonces necesitaba salir de allí y tomar aire como fuese. Respirar lo máximo posible para volver a hacer amigo a quien fuese enemigo. Quería tomar aire para hacer elogio lo que había sido insulto. Quería pensar con tranquilidad como sentar a todas aquellas personas, en realidad, pensamientos de mi mente. Quería que todos ellos se abrazaran, se respetaran y amaran. Quería que la chica sentada en el medio que me miraba como si todo fuera mal, esa chica con tierno corazón y piel de cristal, comenzara a sentar a toda esa gente de ese salón. Quería que le dijera a todos ellos los motivos por los que me había ido y que todos construyeran una armonía nunca vista antes.

Armado de valor regresé, con las ideas claras y más motivado que nunca. Sabía exactamente cómo ordenar ese alboroto formado en mi corazón, ese salón trastabillado donde nunca había paz. Sabía crear esa paz. Sabía hacer que todo lo que existía en esa sala callara y poner a cada persona donde era su sitio para que estuvieran felices. La sorpresa fue llegar y no ver a ninguna de esas personas. Ni sofás, ni estanterías, ni mesas. En mi corazón solo quedaron sillas. Sillas vacías sin nadie que las ocupara.